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N O V E D A D E S

º¡Capítulo 26!

ºNuevo relato corto: Senderos del destino.



La Tormenta

Estuve esperando más de tres horas, pero no ocurrió nada interesante. Me quedé ahí quieto, alerta a cualquier peligro que pudiera asomarse, pero nada, todo estaba desierto. Y eso aún me alarmó más: la soledad. Si pudiera saber de quién se trataba sabría cómo actuar, pero ahora la adrenalina fluía por mis venas e impedía que las neuronas me llegasen donde tenían que llegar. Estaba inmovilizado, aún con el arma en la mano, escondido en mi agujero. Pronto empezó a oscurecer y vi cómo la luz del sol me abandonaba por entre las persianas que podía ver a través de un diminuto agujero. Los rayos acogedores fueron sustituidos por una tormenta que hacía horas que se avecinaba y el frío empezó a corroerme. Las persianas empezaron a huír ruidosamente del viento y la lluvia encontró la manera de penetrar en la casa, cayendo en goteras por entre la madera mohosa. El viento me susurraba desde allí fuera cosas inteligibles y los rayos iluminaban la estancia cada poco tiempo, seguidos después por truenos que rugían como leones. Empecé a darme cuenta que no iba a venir nadie. Así que salí de mi escondrijo y fui hacia la puerta. El metal chirrío despacio y ruidosamente, como cualquiera puerta oxidada. Y cuando abrí la puerta me percaté que había olvidado el arma en mi escondrijo y que no debería haber bajado la guardia tan rápidamente. Su pelo estaba mojado por la lluvia, pero su mirada era tan seca y penetrante como siempre.

Martina Llop Salas
Artà
10-03-2013

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